Nombre: Carlos Alberto Aro
Nacio: 22 - 09 - 1939
Lugar de nacimiento: El Carrizal, Mendoza, Argentina
Ciudad de residencia: Mendoza, Mendoza, Argentina
Postura: Surdo
Talla: 5′ 7½″ / 171cm
Martes, 17 de marzo de 2009
Carlos Alberto Aro ahora le pelea a la vida. Uno de los grandes pugilistas mendocinos de todos los tiempos, campeón panamericano '59 y representante olímpico en Roma '60. A los 70 años evoca su trayectoria, que empezó a los 12 años.
José Félix Suárez - Especial para Más Deportes
Carlos Alberto Aro está otra vez atento al inconfundible sonido de la campana, como si estuviera parado en el centro del ring, con todos sus sentidos atentos y alertas, los ojos bien abiertos, en guardia con su izquierda extendida como en sus tiempos de brillo y esplendor, cuando se convirtió en el mejor liviano del país, Campeón Panamericano en Chicago en 1959 al vencer en la final al norteamericano Charles Brown, representante Olímpico en Roma 1960, recordado Campeón Argentino y Sudamericano de los livianos en esos inolvidables años de la década del 60, tercero alguna vez en el ránking mundial de la categoría, pupilo del eterno maestro y gran hacedor de campeones, don Francisco Paco Bermúdez.
En una época de muy buenos adversarios en los que les ganó a todos como Pedro Benelli, Raúl Santos Villalba, Horacio Golepa Cabral, Julio Catallini, Adán Gómez, Héctor Hugo Rambaldi, Víctor Omar Gottifredi, Víctor Hugo Echegaray, Cirilo Pausa, Tristán Falfán, Héctor Jorge Pace, Juan Carlos Salinas, Raúl Celestino Venerdini y los extranjeros Oriste Do Santos, Josué de Moraes, Luis Duberli Zúñiga, Sebastián Nascimento, Acosta Azevedo y George Foster, el estadounidense de Ohio, cuarto en el ránking mundial, al que puso KO en el round 4 en el Luna Park la noche que la corona ecuménica estuvo más cerca que nunca (noviembre '68).
Lejos de las luces y marquesinas del pasado, de los éxitos que se sucedían sin cesar, que hicieron de su zurda la mano más respetada y admirada del país y toda Sudamérica, superior a las de Cirilo Gil y el Cholo Manuel Ricardo González "el Carlitos", como siempre se lo reconoció en su barrio de Dorrego, el gimnasio del Mocoroa de la calle Estrada, en las noches de largas guitarreadas y sobremesas de café y entre los amigos que se jactaban de su amistad, ahora le pelea a la vida.
Porque a los 70 años, que cumplirá un día después de la llegada de la primavera - el próximo 22 de setiembre - se enfrenta a un rival que llega de las sombras, que sólo espera un último desliz, un postrer error, para llevarlo contra las cuerdas y arrojarlo al rincón del más definitivo de los olvidos. Es un combate desigual, porque Aro está en desventaja.
Ya no bailotea como antes, "no pega y sale" como le enseñó su gran maestro; ahora se defiende como puede. Aún lo acompaña la dignidad, además de esa mujer de nacionalidad peruana que de grande le robó el corazón y con quien contrajo enlace en 2002, su esposa Adriana Carranza Sandoval, su sostén anímico y espiritual para tratar de construir un futuro mejor, a la que había conocido unos meses antes.
UN HUMILDE CUARTO
Un humilde cuarto, en una pensión que habita en Barcala al 100 de ciudad -limpio y ordenado- con su pequeña cocinita, un baño privado, la cama de dos plazas, la mesa con sus sillas, dos grandes roperos y un televisor es el hogar de estos días mientras con su mujer sueñan ilusionados con la casa propia en un terrenito que están terminando de pagar en Las Viñas de San Alberto, en Guaymallén.
Allí transcurren los días de aquel pibe que se crió y vivió con sus 8 hermanos en la calle Pedro Vargas de Dorrego, entre Remedios de Escalada y Dorrego, hijo de don Rufino Aro y doña María Carrasco, pero que había nacido en El Carrizal, departamento de Luján de Cuyo (22-09-39), ex-Campeón Amateur Mendocino, Militar (estuvo bajo bandera), Cuyano, Argentino, Latinoamericano y Panamericano en Chicago, cuando siempre recuerda con emoción que subió al pedestal, izaron la Bandera Argentina, ejecutaron el Himno Nacional y lo distinguieron con una medalla de oro que al tiempo extravió en un taxi.
De la mano de Ernesto Perín, primero, y Miguel Rivera después, cuando ya boxeaba con la izquierda extendida y la derecha pegada al mentón, comenzó a edificar su historia, con apenas 12 años en la categoría "mínimo". Profesional bajo las órdenes del profesor Bermúdez que lo recibió en el Mocoroa con esta recomendación allá por 1964: "Si usted se cuida y se dedica yo lo voy a hacer campeón, pero tiene que cuidarse y dedicarse todos los días".
El mismo Bermúdez que, según recuerda su sobrino, Carlos Bermejillo, lo felicitó con efusividad cuando tres años después de haber perdido en 1963 el invicto frente a Pedro Benelli por abandono en el séptimo -dirigido entonces por Miguel Rivera (Rayo Boxing Club)- en la revancha lo puso de rodillas (KO en el décimo). Aquel elogio de don Paco resultó una premonición: "Éste es el Aro que quiero y admiro; así deseo verlo siempre".
Las coronas argentina de los livianos -entre el 01-07-67 y el 22-11-69 y entre el 10-06-72 y el 16-12-72- y la sudamericana -entre el 14-02-68 y el 19-11-71- marcaron la época más contundente y brillante del mendocino que, como aficionado y rentado, completó 247 peleas y que luego de derrotar el 16 de noviembre de 1968 a George Foster por KO en el cuarto round en el Luna Park perdió ante Peppermint Frazer en Panamá (KO en el primero) la posibilidad de combatir por el título ecuménico y nunca más tuvo una chance a nivel mundial.
VIDA ARTÍSTICA
Desde sus épocas de boxeador, Aro frecuentó el ambiente artístico con salidas nocturnas, algunas copas de más, guitarreadas y la compañía de varios intérpretes melódicos que eran sus amigos y que estaban de moda en Buenos Aires donde peleaba habitualmente. Así se amanecía cada tanto en los cafés con Antonio Prieto, Roberto Yáñez, Danny Martín y los mendocinos Daniel Riolobos y Polo Márquez.
Así evoca la historia de su primera guitarra: "La noche que le gané el título argentino al rosarino Rambaldi -01-07-67- pasó a saludarme por el hotel Leonardo Favio acompañado de su esposa Carola y del periodista Rodolfo Braceli. Me abrazó y me dio un paquete. "Esto es para vos, campeón", dijo. Nunca tuve una guitarra igual y siento haberla empeñado; cuando quise recuperarla había perdido la boleta de empeño".
Cuando retornó a Mendoza en 1996, tras radicarse 9 años en Buenos Aires, donde enseñó boxeo en el Sindicato Gastronómico, al mismo tiempo que dio clases de defensa personal, por lo general sin un trabajo estable y permanente, Aro regresó a aquel viejo amor del canto y la poesía y se refugió en la música: "Escribía tangos, tonadas, cuecas, zambas y boleros, cuando me venía la inspiración, además de muchas poesías cortas. Le cantaba al amor, a mi Mendoza, a la memoria de mi viejita que gracias a Dios la tengo en el cielo. Compuse más de 100 temas y varios han sido grabados por Las Voces de El Plumerillo, Ramoncito Ahumada y los Hermanos Ríos".
ÍNTIMAS CONFESIONES
Aro se confiesa con palabras honestas y sinceras: "Tengo salud que es lo importante y estoy bien de la cabeza; hablo con propiedad, no balbuceo, no tengo secuelas de golpes serios. Tampoco tengo marcas en la cara, me siento lúcido, salvo que fumo algún cigarrillo de más aunque no me tiro el humo a pecho. Otros boxeadores de campañas largas como la mía, que hice 347 peleas y gané 24 títulos, hablan mal, no se les entiende lo que dicen, están como perdidos. Viví bien, tenía confort, comía de primera, vestía mejor, pero nunca fui previsor, no guardé un peso y siempre me arrepiento. Nunca gané mucha plata, plata grande; sólo bolsas medianamente importantes, nada más. Lo que más logré fueron copas, trofeos, medallas, pergaminos. Descubrí el mundo, viajé mucho, traté gente, lloré en Chicago cuando me tocaron el Himno y fui a los Juegos Olímpicos de Roma donde pelearon Cassius Clay, Sandro Lopóppolo y Nino Benvenutti. Ahí me enriquecí como persona porque visité lugares relacionados con la historia de la humanidad. Conocí El Coliseo, la Basílica de San Pedro, El Vaticano, la Vía Venetto y la Fuente de Trevi. Alcancé a ser el mejor de Sudamérica; sólo me faltó la corona mundial. Después de Foster llegué a estar tercero en el ránking y cuando tuve la chance con Peppermint Frazer, en Panamá, caí en el primer round. Me agarró frío, desprevenido, mal parado; sólo duré poco más de 1’ y medio. Nunca más tuve otra chance".
El viejo campeón vuelve al pasado: "Aprendí de grandes, de los mejores. Hice guantes con Pascual Pérez, con Locche. Pascualito me decía: "¡Qué izquierda pibe! ¡Cuidate Arito que vas a ser un gran campeón!". Nicolino fue lo más maravilloso que vi, era único. Don Paco nos ponía para que hiciéramos guantes y aprendí muchísimo. También me esmeraba y el Nico me pedía. "Che hermano, aflojale, no me hagas quedar mal que don Paco está mirando". Pero nunca le encontré la vuelta cuando se defendía; parecía un brujo de carne y hueso".
Lo quise mucho al Gringo, siempre lo admiré. Muchas veces Bermúdez me marcaba los tiempos, como si adivinara el desenlace. En la revancha contra Benelli me dijo en el rincón, antes de la décima vuelta: "Ahora es su momento". Sabía qué hacer y lo puse KO. Contra Foster me dijo: "Si lo toca de nuevo se cae” Lo toqué y se cayó".
Así, Aro cierra con una última reflexión: "A los 10 años andaba a los golpes con otros chicos del barrio, allá en Dorrego donde nos habíamos ido a vivir y a los 12 me subí por primera vez a un ring. Desde chiquito me enseñaron que debía aprender a tirar piñas para defenderme, que tenía que ser más duro que mi contrincante. Me llevaron a un gimnasio y me mostraron el rigor del entrenamiento, para tener un buen físico y ser cada vez más potente. Sólo aprendí el oficio de boxeador. Nunca supe hacer otra cosa y aunque después cuando lo necesité busqué un trabajo como instructor nunca resultó algo seguro o permanente. Claro que cometí errores, pero nunca actué con mala fe. Ahora le doy gracias a la vida por la mujer que tengo a mi lado, que Dios me la puso en el camino, porque es una bendición que me llegó en el instante justo, para seguir adelante".
Fuente: DIARIO LOS ANDES (Mendoza); Blog Folklore del NOA
Carlos Aro
CARLOS ARO
MusicHall 31.286
1970
01 - NO ME HAGAS SUFRIR - tonada - (Nestor David Caballero - Abdón David) -
02 - RECUERDOS DE MI NIÑEZ - cueca - (Carlos Alberto Aro - Sencioni) -