Sup. Cultura
Jueves, 20 de febrero de 2014 Edición impresa
Es el indiscutible de la música cuyana, autor de obras bellísimas como “Mañanitas de Amaicha”, “Póngale por las hileras”, “Zamba de la Noche Alta”. Sin embargo, su archivo artístico permanece agazapado y, en parte, inédito. Y, si bien su memoria está a la altura de un Atahualpa Yupanqui, mucho queda todavía por descubrir acerca de Félix Dardo Palorma. Aquí, recorremos parte de la historia de ese muchacho que salió de La Paz con la guitarra al hombro, recorrió todo el país con afán autodidacta, escribió obras cumbres de nuestro cancionero y, entre muchas cosas más, compuso la banda sonora de una película para la 20th Century Fox.
Por: Mariana Guzzante - mguzzante@losandes.com.ar
Cuando se indaga por los imprescindibles del folclore cuyano, el nombre del paceño va de boca en boca. No importa la edad ni el pago de los consultados, si son cantantes, instrumentistas o bailarines; la respuesta es contundente: “Palabras mayores”.
Venerado por las nuevas generaciones (caso del Dúo Nuevo Cuyo, que interpreta su repertorio), respetado por los viejos folcloristas y por los académicos (caso de Polo Martí), Palorma sigue siendo una deuda pendiente para el rescate patrimonial de nuestra música.
Huérfano, pobre y aventurero orgulloso de su ascendencia huarpe, durante su juventud Palorma viajó en tren como polizón desde su tierra natal (que por entonces se llamaba San José de Corocorto) a Mendoza y luego a Buenos Aires. Antes había sido lustrabotas, peón de campo y ayudante del matadero.
A la ciudad iba ya con las cuerdas en mente. Cerca de la finca donde se crió (y que retrata en el poema “Enantes y Hoy”), un vecino le enseñó los primeros acordes de la guitarra. Así que ésa sería su estrategia de supervivencia. Y la música (en sus variantes cuyanas pero también norteñas o rioplatenses), su pasaje a todas partes.
Raíces que palpitan
Dardo Palorma hijo sirve una copa y acomoda partituras originales sobre la mesa. Alrededor se mueve una prole numerosa encabezada por mellizos. El varón, estudiante de música, tiene el orgullo de llamarse como el abuelo, Dardo Félix, cuya obra creció escuchando.
En la antigua casa de la Cuarta Sección (declarada patrimonio cultural) se respira el legado del artista. Hay, junto a los poemarios escritos de puño y letra, cuardernos con líricas, pentagramas a lápiz, discos de pasta, cassettes, álbumes de fotos y de recortes periodísticos, grabaciones en cinta abierta, bocetos manuscritos y, por supuesto, las dos últimas guitarras que lo acompañaron hasta su muerte, el 18 de abril de 1994.
“Él pidió descansar junto a la tumba de su madre, en La Paz”, cuenta su único hijo, mientras revisamos las fotos de sus conjuntos de guitarra, de sus presentaciones en, por ejemplo, Radio Splendid o de sus afanes como delegado de la Unión Argentina de Artistas de Variedades.
¿Habrá homenaje cuando se cumplan los 20 años de su fallecimiento? ¿Habrá alguna reedición de sus libros de poemas (hoy inconseguibles en las librerías) o algún disco-tributo? En el día de su natalicio, según una ley provincial, se celebra el Día del Compadre.
Pero... ¿dónde se pueden conseguir hoy Cds que compilen su obra? Con suerte, alguien podrá obtener prestado el compacto que editó, hace unos 13 años, el sello La Cofra Records, que se llamó “Palorma en su propia voz”. Pero lamentablemente no hay novedades de que esté por aparecer algún nuevo trabajo de recopilación. Y eso que el material está ahí...
Con ese tesoro expuesto, la familia comienza a desandar un camino de viajes, amores, desencuentros. Un equipo reproduce la voz de Palorma con su flamante versión de “La flor de la Canela”, de Chabuca Granda.
Una voz bien templada, rica en matices populares. “Él la estrenó en Buenos Aires”, recuerda el sobrino Carlos, “Chabuca estaba en la primera fila, oyéndolo”. Después suena “Hilito de oro”, dificilísimo. “Escuchá el falsete”, apunta el hijo. “No podía cantar así”, admira Carlos.
- ¿No hay una biografía?- preguntamos entre los papeles.
- Apenas una muy resumida que escribí yo. Eso sí, su vida está escrita en su obra- dice Dardo.
“Me da gusto y a la vez me inquietan/las memorias del pago en mí/es por eso que así en canciones le di/de pastor lo mucho y algo de poeta”, canta la voz expresiva en la zamba “La Llamadora”.
Igual vale aclarar: todas las obras que hoy llenan la habitación de sus recuerdos se encuentran protegidas por la ley 11.723, que contempla la propiedad intelectual.
El camino de la guitarra
Y mientras más se lee y se oye uno termina de creerse lo increíble de un artista de casi setenta años de vida y medio siglo de obra que -con canciones de poesía culta y alma popular- llevó el paisaje de Cuyo a los mayores escenarios del país.
Porque si bien el joven Palorma comenzó tocando en un circo (“donde además de cantar habrá hecho hasta malabares”, supone Carlos) y, entre cientos de trotes, recorrió el país de Ushuaia a la Quiaca junto a Margarita Palacios y Ramón Ayala, fue celebrado en los grandes teatros de Buenos Aires.
Una zamba, una cueca, la partitura original de “Póngale por las hileras”: en esa mesa hay un archivo de acento cuyano. De pronto, una extrañeza. ¿Un contrato con la Fox? Así es: en 1952, Félix Palorma fue el encargado de la banda sonora del film “Way of gaucho”, del director franco-estadounidense Jacques Tourneur.
Es más: antes, había actuado e interpretado la canción Vidalita en la única película del argentino Miguel P Tato, conocido después como ‘El Censor’.
En 1952, entonces, fue Palorma el compositor y músico elegido para realizar la banda sonora de “Way of Gaucho”. Cinco composiciones realizó para el film de la 20th Century Fox pero, si bien lo invitaron al estreno como parte del staff, no asistió.
Palorma en cambio siguió experimentando con sus armonías, introdujo fagot en sus obras, profundizó los matices de sus guitarras. Siguió yendo y viniendo, rotando canciones, sacando de sus papeles de viaje viejas o nuevas composiciones, pero dándoles una nueva e inesperada vida.
Son algunas de las muchas maneras de andar de este artista cuya importancia no se mide por ventas sino por influencia. Uno que espera aún la difusión que se merece.
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