Fuente: tiempodeleste.com
El notable guitarrista rivadaviense se fue de gira este lunes 25.
“Se ha cortado el bordón de tu guitarra cuando la paz del alma florecía. Cuando muere un cantor (guitarrista), la tierra mía, una canción junto al dolor amarra…”, reza un poema de Atahualpa Yupanqui despidiendo a su amigo Hilario Cuadros.
Y hoy tenemos que pedirle prestados esos versos a don Ata para decirle adiós a uno de los más grandes guitarristas que dio nuestra región, el rivadaviense Juan Ábrego.
El querido “Gallinón” va a dejar en silencio una de las guitarras más reconocidas y admiradas. Pues que vuele su alma guitarrera a poblar los cielos cuyanos con los que ya nos antecedieron.
Para decirle “hasta que nos volvamos a ver”, retomamos algunos párrafos sobresalientes de la nota que le hicimos cuando cumplió los 70 años. En ellas se deja leer, no solo su costado musical, sino el humano, el que lo llevó a lograr el respeto de todos los que lo conocieron y tuvieron el honor de escucharlo.
Promesa que se transformó en profesión
“Le prometí a mi viejo que yo iba a aprender a tocar y se lo pude cumplir antes de que muriera…”.
“Con Barauna trabajábamos en la misma finca en Reducción, y en una charla, mientras podábamos, le comenté que tenía una guitarra y me invitó al lugar donde él daba clases. Así empecé. Armando me entusiasmó para que siguiera porque veía que tenía facilidades. Habré tenido 17 o 18 años…”.
“Un día, por sugerencia de don Emilio Catena, donde yo trabajaba, viene a buscarme Carlos “el Sapo” Arancibia para suplantar a Pocholo González. Imaginate, yo los admiraba totalmente. Al principio me negué, porque el trabajo en la viña es muy duro. Podar, abrir surcos, no era como para dedicarse bien a la guitarra e integrar un grupo como ese”.
“Los Hermanos Moreira y Barrionuevo-Casciani me convocan para hacer radio por cuatro meses ya que necesitaban un guitarrista más. Yo lo creía imposible, pensaba no estar a la altura de semejantes músicos. Los admiraba como cantores, como creadores, como guitarristas. Además fue un tremendo aprendizaje. La vida me había premiado otra vez”.
“El José Molina es mi hermano. Llevamos tantos años en esto…”.
“Tuve una trayectoria sana, no anduve de aquí para allá. Nunca quise ser un guitarrista manoseado, de tocar con éste o con aquel. Siempre me gustó hacer las cosas bien y tener responsabilidad. Eso, más el apoyo de mi esposa, fue el secreto de lo que hice en la música…”.
A volver a tocar con el amigo
Con estas frases podemos tener la magnitud del músico y ser humano que perdemos. Pero hubo un hecho trascendental en su vida que fue lo único que lo alejó de su instrumento por mucho tiempo y que enaltece más su figura.
Fue la temprana muerte de uno de sus grandes compañeros musicales, Ramón Ferreyra. Fue tan grande la pena que sintió que lo llevó a colgar la guitarra en el ropero, como dice la canción.
Pues, querido “Gallinón”, llevate la viola, el Ramón ya está afinando la suya y un cielo cuyano estará de fiesta.
Hasta siempre, compadre. Buena gira.
Por Roberto Mercado
romercado1962@yahoo.com.ar